La mayoría de la gente es consciente de que hay algo más entre el cielo y la tierra, pero muchos nunca han tenido una experiencia personal con Dios. La razón es que hay un problema entre nosotros y Dios. Ese problema está en nuestra forma de pensar y de actuar. Podemos hacer muchas cosas buenas como humanos, pero cuando observamos la miseria en el mundo, vemos que como humanos somos incapaces de vivir en armonía con los que nos rodean. Esto se ve a gran escala, pero también en nuestras propias vidas. Incluso al hacer cosas buenas, a menudo tenemos en mente nuestra propia felicidad. Este problema crea distancia entre las personas, pero también entre un ser humano y nuestro Hacedor, Dios.
Cuando Dios hizo el mundo, todo iba bien. Al hombre se le dio la responsabilidad del mundo. Mientras el hombre estuviera conectado a Dios, no habría muerte y el hombre viviría eternamente con Dios.
Con los primeros humanos, Satanás consiguió que se rompiera la relación entre Dios y el hombre. Por ello, ahora hay mucha miseria en este mundo. Dios nos hace a todos personalmente responsables de nuestros errores, pero también colectivamente de la miseria del mundo, porque no somos diferentes de los demás y el mal parece haberse colado también en nuestro ADN. Dios llama a esto pecado y lo trata como nosotros tratamos un crimen. Una buena conversación no puede resolver este problema. El castigo con el que Dios se conforma es que muramos y estemos sin Él en la eternidad. La consecuencia sería que no quedaría ningún hombre viviendo eternamente con Dios.